Hace 40 años aproximadamente, un hombre de nombre Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes y de apodo Cantinflas nos enseñó que no se necesita ser un hombre imponente y con voz de trueno para hacernos reflexionar, que un simple borrachín, bolero y con pantalón a media cadera es suficiente para mover un poco las ideas de un mundo. En la película Su excelencia, que por cierto recomiendo muchísimo que vean (como todas sus películas), Cantinflas es elegido embajador de la República de Cocos (un pequeño país casi insignificante, parodia de México) y cae en la situación de decidir sobre el futuro del mundo con un voto decisivo entre los verdes (EUA, y demás países aliados) y los Colorados (los países comunistas)… el da este discurso que en opinión de su servidor es atemporal y sencillamente un joya que vale sus letras en oro.
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Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad.
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Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo.
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Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países?
Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirle que se den la forma de gobierno que más les convenga.
¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto?
No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra (voces de protesta).
¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás!- los Colorados se levantan para salir de la Asamblea-.
¡Un momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos?
Pero si no aguantan nada, no, pero si no he terminado, tomen asiento.
Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos… todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les es gustaría escucharlo?
Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras, que hace dos mil años, dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac. ni condecoraciones:
“Amaos… amaos los unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los unos contra los otros”….
He dicho…”.
Cantinflas 1966, México
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